Un equipo compuesto por pequeñas y medianas empresas (PYME) y científicos de Europa ha desarrollado una córnea artificial que podría devolver la vista a personas ciegas y ahorrarles las importantes desventajas que conlleva el método de trasplante de córnea común en la actualidad. | |
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Hasta ahora se vienen trasplantando córneas procedentes de donantes humanos. Las empresas mencionadas entablaron una comunicación con institutos públicos de investigación con la meta de construir una córnea artificial perfecta con la tecnología más avanzada. El proyecto CORNEA («Desarrollo de una córnea artificial para el ojo humano») recibió una financiación de 1,78 millones de euros a través de la línea de acción para PYME del Sexto Programa Marco (6PM) de la UE.
En Europa cada año se unen 40.000 invidentes a las listas de espera para recibir un trasplante de córnea. Algunos de ellos perdieron la visión por una afección hereditaria o bien por un accidente o una enfermedad. Lamentablemente, la técnica de trasplante convencional dista de ser perfecta; su tasa de éxito depende del paciente y lo mismo puede ser superior al 90% que caer por debajo del 50%. Muchos pacientes que tienen la fortuna de hallar un donante compatible no toleran bien su nueva córnea y los efectos secundarios, tales como la sequedad ocular, la sensación de quemazón en los ojos u otros problemas oculares graves, son frecuentes. Para complicar aún más la situación, en muchos países en vías de desarrollo sencillamente no se dispone de córneas donadas. Por consiguiente, un implante de córnea constituye la alternativa perfecta.
Pero el diseño y la creación de una córnea artificial adecuada son tareas que entrañan complicaciones. Otros intentos realizados con anterioridad a este no lograron cumplir con los complejos requisitos del ojo humano. En el proyecto referido, para conseguir las propiedades físicas, químicas y biológicas adecuadas hicieron falta tres años de trabajos y la colaboración multidisciplinaria de doce equipos científicos europeos.
En primer lugar, el material empleado se tiene que injertar en el ojo del paciente. Este material debe ofrecer un sustrato adecuado sobre el que pueda crecer el tejido ocular circundante sin llegar a cubrir el centro del implante, pues de lo contrario el paciente no podría ver. En segundo lugar, la cara interna de la córnea debe permanecer totalmente despejada, mientras que la cara externa debe ser lisa y poder humedecerse mediante las lágrimas, de modo que el párpado pueda deslizarse por ella con facilidad.
El consorcio de CORNEA hizo uso de un material polimérico que reunía todas estas características y probó varios tipos de revestimiento. En concreto escogieron una proteína especial, un factor de crecimiento que las células del tejido ocular natural son capaces de detectar y reconocer. Activadas por este factor de crecimiento, las células empiezan a crecer sobre la superficie del borde del implante, que es justamente lo que se necesita. Además, el equipo científico del proyecto desarrolló métodos específicos de esterilizació n y ensayaron el injerto tanto in vitro (en tejidos de cerdo diseccionados y en cultivos celulares) y también en conejos de laboratorio vivos.
CORNEA, coordinado por el Instituto Fraunhofer de Investigación Aplicada sobre Polímeros de Potsdam (Alemania), fue un éxito gracias a la contribución de los especialistas participantes, de Alemania, Francia, Países Bajos y Polonia.
Las PYME asociadas aportaron recursos técnicos, los medios necesarios para el desarrollo y la fabricación y, lo que es más importante, salidas comerciales. La PYME británica IOI puso a disposición del proyecto su «flexicórnea», una innovadora queratoprótesis cuyo diseño ha patentado y en la que se basa la córnea artificial de este proyecto comunitario. El grupo alemán CORONIS y el Instituto Fraunhofer desarrollaron y probaron un polímero óptico flexible e hidrófobo que imita la córnea humana. Además, dos PYME alemanas desarrollaron la tecnología mecánica de fabricación Schmidt, mientras que Rhine Tec adaptó su analizador de células y comercializará este instrumento.
El implante corneal ya ha sido aprobado como dispositivo médico personalizado seguro. Puede usarse en pacientes ciegos si fallan otras terapias, dando así a muchos invidentes la posibilidad de disfrutar con mayor plenitud el mundo que les rodea.
En Europa cada año se unen 40.000 invidentes a las listas de espera para recibir un trasplante de córnea. Algunos de ellos perdieron la visión por una afección hereditaria o bien por un accidente o una enfermedad. Lamentablemente, la técnica de trasplante convencional dista de ser perfecta; su tasa de éxito depende del paciente y lo mismo puede ser superior al 90% que caer por debajo del 50%. Muchos pacientes que tienen la fortuna de hallar un donante compatible no toleran bien su nueva córnea y los efectos secundarios, tales como la sequedad ocular, la sensación de quemazón en los ojos u otros problemas oculares graves, son frecuentes. Para complicar aún más la situación, en muchos países en vías de desarrollo sencillamente no se dispone de córneas donadas. Por consiguiente, un implante de córnea constituye la alternativa perfecta.
Pero el diseño y la creación de una córnea artificial adecuada son tareas que entrañan complicaciones. Otros intentos realizados con anterioridad a este no lograron cumplir con los complejos requisitos del ojo humano. En el proyecto referido, para conseguir las propiedades físicas, químicas y biológicas adecuadas hicieron falta tres años de trabajos y la colaboración multidisciplinaria de doce equipos científicos europeos.
En primer lugar, el material empleado se tiene que injertar en el ojo del paciente. Este material debe ofrecer un sustrato adecuado sobre el que pueda crecer el tejido ocular circundante sin llegar a cubrir el centro del implante, pues de lo contrario el paciente no podría ver. En segundo lugar, la cara interna de la córnea debe permanecer totalmente despejada, mientras que la cara externa debe ser lisa y poder humedecerse mediante las lágrimas, de modo que el párpado pueda deslizarse por ella con facilidad.
El consorcio de CORNEA hizo uso de un material polimérico que reunía todas estas características y probó varios tipos de revestimiento. En concreto escogieron una proteína especial, un factor de crecimiento que las células del tejido ocular natural son capaces de detectar y reconocer. Activadas por este factor de crecimiento, las células empiezan a crecer sobre la superficie del borde del implante, que es justamente lo que se necesita. Además, el equipo científico del proyecto desarrolló métodos específicos de esterilizació n y ensayaron el injerto tanto in vitro (en tejidos de cerdo diseccionados y en cultivos celulares) y también en conejos de laboratorio vivos.
CORNEA, coordinado por el Instituto Fraunhofer de Investigación Aplicada sobre Polímeros de Potsdam (Alemania), fue un éxito gracias a la contribución de los especialistas participantes, de Alemania, Francia, Países Bajos y Polonia.
Las PYME asociadas aportaron recursos técnicos, los medios necesarios para el desarrollo y la fabricación y, lo que es más importante, salidas comerciales. La PYME británica IOI puso a disposición del proyecto su «flexicórnea», una innovadora queratoprótesis cuyo diseño ha patentado y en la que se basa la córnea artificial de este proyecto comunitario. El grupo alemán CORONIS y el Instituto Fraunhofer desarrollaron y probaron un polímero óptico flexible e hidrófobo que imita la córnea humana. Además, dos PYME alemanas desarrollaron la tecnología mecánica de fabricación Schmidt, mientras que Rhine Tec adaptó su analizador de células y comercializará este instrumento.
El implante corneal ya ha sido aprobado como dispositivo médico personalizado seguro. Puede usarse en pacientes ciegos si fallan otras terapias, dando así a muchos invidentes la posibilidad de disfrutar con mayor plenitud el mundo que les rodea.
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