Un hombre que quedó ciego a raíz de una devastadora enfermedad en sus ojos pudo distinguir letras, decir la hora e identificar una taza y un plato sobre una mesa tras recibir el implante de un chip electrónico que le restauró la capacidad de detectar formas y distinguir algunas tonalidades.
Miika Terho, de 46 años, comenzó a perder la vista cuando era adolescente y ya estaba totalmente ciego cuando se sumó a un estudio piloto que tenía el objetivo de probar un chip experimental para los ojos en la Universidad de Tubingen, en Alemania. Terho fue uno de los tres pacientes a los que les colocaron el chip debajo de la parte de la retina llamada mácula, en donde se encuentra la concentración más alta de células sensibles a la luz (Ver Infografía). Y le fue especialmente bien después de la cirugía. Vive en Finlandia, padece lo que se conoce como retinitis pigmentosa, enfermedad hereditaria que hace que mueran de forma gradual e irreversible las células del ojo que son sensibles a la luz. Su visión nocturna empezó a fallar cuando tenía 16 años y para los 35 ya estaba ciego. Hoy tiene suficiente visión periférica para distinguir el día y la noche.
“Durante casi 10 años estuve completamente ciego. No podía leer y no tenía forma de reconocer a las personas. Cuando encendieron el chip por primera vez, sólo vi flashes y parpadeos. No tenía sentido. Pero en cuestión de horas, todo comenzó a volverse cada vez más nítido” explicó Terho. “Me sentí muy bien al poder centrarme en algo, ver y hasta extender la mano para tocar. No podía identificar qué era lo que estaba adelante mío en la calle, pero percibía que había algo y que hasta podía esquivarlo” agregó.
La técnica es potencialmente apta para las enfermedades que afectan las células de varilla y las cónicas, que detectan la luz y la convierten en señales eléctricas que son transmitidas al cerebro a través del nervio óptico. La retinitis pigmentosa y la degeneración macular que sobreviene con la edad son todas dolencias que afectan a estas células a pesar de que dejan relativamente intactos a otros componentes del ojo. De todos modos, no serviría para otras enfermedades oculares en las que el nervio óptico está dañado.
Los cirujanos tardaron seis horas para operar a cada paciente. Cortaron primero un pedacito de la delicada retina e insertaron el chip, que mide 3 x 3 milímetros. Luego lo conectaron, a través de un fino cable, a una pila que cada paciente llevaba en un collar. El chip contiene 1.500 elementos sensibles a la luz que reemplazan a las células muertas de la retina del paciente ciego. Cuando una imagen lo alcanza, es convertida en pulsos eléctricos que estimulan a las células sanas. Estas, envían luego señales al cerebro, en donde la imagen es reconstruida. Eberhardt Zrenner, director del Instituto de Investigaciones Oftalmológicas de Tubingen, sometió a los pacientes a tests para evaluar su capacidad para “leer” letras, distinguir platos, tazas y cubiertos y diferenciar tonos. A pesar de que los pacientes podían ver nada más que en blanco y negro, podían discernir tonos brillantes u oscuros. Los pacientes, dos hombres y una mujer, de 40, 44 y 38 años, tuvieron el implante durante tres meses. A los pocos días vieron formas básicas y poco a poco aprendieron a ver con mayor claridad. Terho ya dijo que desea tener el chip permanente si las pruebas futuras resultan exitosas.
TRADUCCION: Silvia S. Simonetti
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