No me siento diferente a las demás personas porque tenga una carencia; claro que me gustaría poder ver, aunque hay peores cosas que esto, y sé que todos tenemos nuestras limitaciones aunque los cinco sentidos estén intactos”. Es una sola apreciación que contiene la quintaesencia del modo de vida de Ana Isabel, que padece retinosis pigmentaria, una lesión macular degenerativa de origen genético que aún le permite “ver bultos y la luz, pero no tanto como para distinguir los colores”. Las degeneraciones maculares constituyen la causa más común de ceguera legal en el mundo occidental y su tratamiento representa un importante reto clínico en la actualidad.
Ayer, como cada 13 de diciembre, se celebró el día de Santa Lucía, patrona de los ciegos y abogada de los problemas de la vista. A falta tanto de un avance científico que permita regenerar estas lesiones como de la posibilidad de la intercesión divina para la misma causa, personas como Ana Isabel no tienen “más remedio” que adaptarse a las ‘novedades’ que acontecen en su día y que declinan, por ahora, en una dolencia irreversible.
“Te acostumbras, pero tengo la esperanza de que todos estos problemas de visión algún día se puedan corregir, modificar o tratar de manera, al menos para las generaciones futuras”, confía Ana Isabel.
Pasar una jornada a su lado resulta una experiencia enriquecedora en cuanto a comprensión se refiere y nunca desde un punto de vista condescendiente pues, como bien indica, “hasta que uno no pasa por estas cosas o le toca de cerca en su entorno no es consciente de las barreras que hay en la ciudad a pesar de que hagamos vida normal dentro de nuestra cotidianidad”.
Ésta, junto a más inversiones para promocionar la investigación en avances científicos, es una de las causas que defiende. “La gente tiene que tomar conciencia de que hay que eliminar barreras, sobre todo en organismos oficiales, como el Ayuntamiento y la Diputación, cuyas escaleras dificultan el acceso”, incide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario