Uno de los cambios mas notables de las últimas décadas en las
sociedades de progreso es la creciente participación de las personas
con discapacidad como miembros activos de la comunidad.
Esta participación implica, entre otras cosas, que sus capacidades,
necesidades y limitaciones han de ser consideradas en el
diseño de las condiciones de vida en general y del trabajo en particular,
y para ello el enfoque ergonómico resulta esencial. Las
personas con limitaciones físicas, sensoriales o mentales son
seguramente el grupo de población que más puede sufrir la falta
de criterios ergonómicos en el diseño del entorno y el puesto de
trabajo como parte del mismo.
Este enfoque orienta nuestras acciones al estudio de las características, necesidades, capacidades y habilidades de cada uno para
establecer los criterios que debe contemplar el diseño de productos,
ambientes y procesos con los que interactuamos; y, de este
modo, adaptar los productos, tareas, herramientas, espacios y el
entorno en general a las capacidades y necesidades de los individuos
de forma que mejore su eficiencia, seguridad y bienestar.
Siguiendo este planteamiento, se entiende que la causa de la discapacidad
puede encontrarse fuera de la persona y por lo tanto
toda intervención, siempre que sea posible, habrá de plantearse
desde esta perspectiva.
Como disciplina la ergonomía dispone de las herramientas necesarias
para analizar los factores que influyen en el ajuste entre la
capacidad humana y los requisitos del trabajo o de cualquier otra
actividad. Como ciencia relacionada con la salud, bienestar y
eficiencia, tiene que ver con los intereses personales y del entorno.
Pero como elemento innovador plantea la necesidad de adaptar
o concebir un entorno adaptado al individuo y no al contrario.
Estos principios llevados a un ámbito tan relevante como es el del trabajo deben de servirnos
como elemento de reflexión para todos pero especialmente para los profesionales que atienden,
como usuarios finales, a personas con alguna discapacidad por tratarse de un colectivo al que le
afectan con mayor gravedad los diseños de productos y servicios pensados para un usuario
tipoÈ, que por otra parte no existe.
Así’, una vez definida la necesidad, deben de identificarse claramente las caracter’sticas, limitaciones
y capacidades en lo referente al uso del producto/servicio. El producto ha de ser eficiente;
de forma que se ajuste a lo esperado por el usuario final. La facilidad de uso es un factor clave
del dise–ño en la medida que el mismo servicio/producto, pero con elementos que complejizan su
uso, puede causar rechazo o infrautilización con las consecuencias negativas que ello tiene para
el usuario y el entorno.
Estos principios deben de estar presentes a la hora de solicitar un servicio, acceder a la lectura
de un libro, elaborar materiales didácticos adaptados, utilizar un electrodoméstico o un programa
informático, participar en una actividad de ocio, acceder a los servicios de salud, etc.
Sin duda alguna, está es una labor que compete a las entidades y poderes públicos que tienen la
obligación de materializar los derechos de todos los ciudadanos. Pero igualmente est‡ en manos
de los agentes sociales y de los profesionales y gestores que actúan diariamente en un plano más próximo al usuario y asumen la responsabilidad de prestar el mejor servicio posible, ajustado a
las necesidades y capacidades individuales, y que también tienen la posibilidad y responsabilidad de participar en el diseño y producción de servicios y productos.
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