TESTIMONIOS PUERTAS ADENTRO | ||
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“En mi familia somos 6 miembros de los cuales 3 de mis hijos y mi marido -que tiene glaucoma- son discapacitados y se hace demasiado complicado poder salir adelante todos los días”, afirmó a El Litoral, Olga Galante, vecina de las 250 viviendas del Molina Punta. En la familia Galante hay 3 miembros que poseen capacidades diferentes: Sabrina, de 10 años, tiene Sindrome de Down, mientras que Cristian (12 años) y Marcelo (21 años) con retrasos mentales y problemas de aprendizaje. “Todos los niños tienen que tomar medicamentos específicos y mi esposo no puede trabajar porque, debido a que el glaucoma afectó su visión, vivimos de los subsidios por discapacidad y algún que otro trabajo temporal”, expresó. “Estamos contentos por tener nuestra propia casa y más después de todo lo que vivimos en los últimos años, pero las condiciones de las casas no son las mejores”, indicó la vecina. Antes, la familia Galante vivió 2 años en un colectivo. “Cuando llueve demasiado el colectivito escolar no viene a buscar a mis hijos para llevarlos al colegio, y se ponen muy tensos. Si a eso le sumamos los problemas de la casa como las puertas desencajadas y las filtraciones, es muy difícil que los chicos se desenvuelvan adecuadamente”, explicó. Pero no es el único caso que grafica la vida de las familias especiales del barrio. “Para llevar a mi hijo a la escuela tengo que salir a la Ruta 12 de madrugada, hacer una hora de viaje de ida y una hora de vuelta, atender a mis otros hijos durante la media mañana y volver a buscarlo para el mediodía”, contó Sandra, mamá de Iván, un joven autista de 13 años que cursa 2° grado en una escuela del barrio Ex Aeroclub. “Necesitamos otro medio de transporte que nos facilite los viajes al centro”, planteó. “Si bien la casa está acondicionada para personas discapacitadas, las filtraciones, la caída de los reboques y la humedad de las paredes no son garantía de seguridad para que pueda vivir bien. Encima tenemos que pagar una cuota de casi 400 pesos por una casa con desperfectos y es muy difícil cubrirlo con una pensión de 600 pesos y sin tener un sueldo fijo”, explicó la madre. Un tema recurrente también es la inseguridad de la barriada. “Muchas veces tengo miedo porque Iván recorre el barrio caminando y en las cercanías de la calle Río Chico robaron y atacaron a varias personas”, indicó con preocupación. Pero la distancia y el aislamiento del barrio también es un problema a la hora de recibir algún tipo de asistencia. “Cuando tenemos que atender algunos de los chicos o pasa algún accidente, no hay manera de recurrir la salita de primeros auxilios porque queda muy lejos y tenemos que arreglarnos”, manifestó María del Carmen, mamá de Miriam, quien tiene 17 años y padece parálisis cerebral. “Cuando llueve es más difícil la situación, por lo que la confianza y cooperación entre vecinos es muy importante para nosotros”; indicó la vecina. |
lunes, 12 de abril de 2010
El beneficio incompleto de las casas “inteligentes” para discapacitados
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